Santiago Bilinkis y su Pasaje al pasado
En una parte para alquilar balcones de su último libro, Guía para sobrevivir al presente, Santiago Bilinkis muestra que acostumbrarnos a prácticamente cualquier situación atenta contra nuestra felicidad. Incluso lo que deseamos por años, una vez conseguido, se convierte en lo normal y pierde su efecto. Bilinkis reprodujo un experimento clásico para ilustrar la idea. Preguntó a sus oyentes de radio cuánto dinero ganaban y cuánto necesitarían para ser felices. El resultado es muy elocuente: en la gran mayoría de los casos, no importa cuánto ganes, siempre pensás que necesitás el doble para ser feliz. Cada vez que logramos subir al escalón que anhelábamos –dice Bilinkis– en vez de darnos por satisfechos cambiamos la meta por una más ambiciosa. El dinero –concluye– es incapaz de generar felicidad de manera sostenida.
Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás de Aquino afirma que la ética es una técnica para ser feliz. Por eso, la primera pregunta que ambos se hacen en sus tratados de ética es dónde solemos buscar la felicidad. Santo Tomás cubre todo el espectro; dice la solemos buscar en las riquezas, el placer, la salud, el honor y la fama, el poder o la virtud y la sabiduría. Hoy, ocho siglos después, la seguimos buscando en los mismos lugares donde ya hemos visto que no está. Igual que cuando no encontrás las llaves y te volvés a palpar el mismo bolsillo una y otra vez, aunque ya sabés que ahí no están. Como dice Bilinkis: ¡somos muy malos entendiendo cómo funciona nuestra propia felicidad!
Según Tomás, hay dos tipos de riquezas: las naturales y las artificiales. Las naturales son, por ejemplo, la comida y la bebida, la ropa, los vehículos y las viviendas (¡la enumeración es del mismo Tomás: cibus, potus, vestimenta, vehicula et habitacula!). Las artificiales son el dinero. Cuando analiza el dinero, se hace la misma pregunta que Bilinkis: ¿por qué, si el dinero no hace a la felicidad, el hombre tiene un deseo infinito, insaciable, de dinero? La pregunta tiene forma de objeción: sabemos que el deseo de felicidad es insaciable. También sabemos que el deseo de dinero es insaciable. Por lo tanto, cuando buscamos la felicidad, lo que estamos buscando es dinero.
En ese momento Santo Tomás hace lo que mejor sabe hacer: introducir distinciones. El deseo de felicidad y el de dinero son los dos infinitos, sí, pero por motivos totalmente distintos. Una vez que uno encuentra lo que busca, puede seguir deseándolo por dos razones. Primero, porque eso que buscó le hace bien, satisface en serio su deseo, pero también lo agranda y entonces quiere más. Es lo que pasa con una buena amistad. Quiero ser más amigo de mi amigo porque veo que la amistad nos hace bien a los dos. Por eso nunca estoy satisfecho con el nivel de amistad que nos tenemos. Segundo, porque al conseguirlo no nos llena, aunque nos produce una satisfacción momentánea, efímera. Esa satisfacción nos hace desear más, aunque sabemos que no nos llena. Como beber agua salada cuando se tiene sed. Calma por unos segundos, pero aumenta la sed. El deseo de felicidad es infinito como el de la amistad. Pero tratar de calmar ese deseo con dinero, es como tratar de calmar la sed bebiendo agua salada.
Bilinkis nota con agudeza la siguiente paradoja: en un aumento de sueldo lo que nos hace más felices no es el sueldo más alto, sino el aumento. Si es así, contesta Tomás, es porque estamos bebiendo el agua equivocada. Antes de Guía para sobrevivir al presente, Bilinkis escribió Pasaje al futuro. Está claro que la flecha del tiempo de sus libros está invertida. No es difícil adivinar el próximo. Se viene: Pasaje al pasado. No me imagino una mejor noticia.
El Yuval Harari de las pampas