Mariano Sigman acerca de la relación entre aprendizaje y motivación
Santiago Tissembaum, alumno de La vida secreta de la mente
Siguiendo la costumbre de las clases anteriores, Mariano introdujo los conceptos fundamentales a través de fábulas y experimentos. En esta oportunidad se trató de la ilusión del aprendizaje, la creencia de que tenemos conocimiento sobre un tema, pero cuando queremos usarlo para resolver un problema, no podemos hacerlo. Ello nos lleva a una de las tantas definiciones que podríamos dar a la palabra aprender, la de tener la capacidad de utilizar el conocimiento adquirido. Para eso, es clave ser consciente de lo que uno sabe y lo que no, algo que conocemos como metacognición.
La mente consolida la información, la automatiza mediante un proceso de compilación (parte de éste se realiza mientras dormimos, tema que vimos en la clase anterior). Esto no sólo es algo de carácter individual, sino que aplica a cualquier proceso que requiera cognición, entre ellos, la ciencia. Por otro lado, destacó la capacidad que tiene el ser humano para enseñar, característica distintiva con respecto al resto de las especies. En palabras de Mariano, “enseñar es una suerte de pulsión natural”.
El otro gran tema fue la motivación, dando principal atención al neurotransmisor característico, la dopamina. Esta molécula es a la plasticidad cerebral lo que el calor al vidrio, el elemento crítico para poder moldear(nos). Íntimamente relacionado con las sensaciones de placer, lo interesante es que se establece un contrato temporal, donde la dopamina se libera cuando uno percibe que tendrá un momento placentero en el futuro. Se adelanta a los hechos, es una relación probabilística. Y como tal, trae aparejada la incertidumbre de un final adverso, que dura hasta que se conoce el resultado. Además, lo que moviliza a la motivación, liberando más dopamina, es el afecto entre las personas.
Propone establecer, entonces, que el combustible del aprendizaje es la motivación, y el de esta, el afecto. El ejemplo más claro es el bebé que aprende a caminar: “es un camino muy incierto, que termina en el mejor de los abrazos”.
Santiago Tissembaum
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