La trampa de los reintegros
Nadie deja de hacer su gran obra porque le dedica miles de horas y no le sale. Dejamos de hacer nuestra gran obra porque justo cuando estábamos por hacerla nos acordamos que tenemos que limpiar la casa, presentar la declaración de impuestos, abrirle al supermercado, hacer el reintegro de una consulta médica, etc.
La procrastinación tiene mala fama pero, como tenemos miles de cosas a hacer en cada momento, es inevitable. La pregunta entonces no es si procrastinar o no, la pregunta es en qué procrastinar.
Y la mala noticia es que intuitivamente nos sale procrastinar en las cosas incorrectas: elegimos invertir dos horas en hacer ese reintegro de 30 euros y no dedicar esas dos horas a pensar cosas “grandes”.
¿Por qué? ¿Por qué dejamos de escribir nuestra novela, hacer nuestra obra de arte, pensar una nueva teoría o construir nuestra empresa para hacer un reintegro? Probablemente porque el reintegro es concreto e inmediato y las cosas más grandes son más lejanas, difusas e inciertas. Los 30 euros son de verdad y ahora. Y por el sesgo de aversión a la pérdida (lo veremos más adelante) nos cuesta un horror perder esos 30 euros que son nuestros. Aunque reclamarlos nos lleve dos horas.
El problema es que no es un reintegro, son mil. Y llevar a arreglar el lavarropas y abrirle al plomero y así la vida nos va comiendo el día, haciéndonos sentir que estamos haciendo cosas “útiles” y drenándonos silenciosamente de energía para inventar cosas nuevas.
¿Te animás a hacer una lista de todas las cosas de bajo impacto que hiciste esta semana y cuánto tiempo te llevaron?
En las próximas semanas vamos a ver ideas y herramientas para recapturar esa energía creativa que se nos escurre en las tareas de todos los días.
Emiliano Chamorro
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