Sembrar y confiar
Hoy desayuné con Gabriel, un miembro de Baikal que vive en Uruguay y estaba de visita en Madrid. Enseguida la conversación convergió a nuestros hijos y apareció la palabra mágica: sembrar. Ambos estamos en un momento en el que vemos cómo aparecen en nuestros hijos cosas que sentimos que sembramos hace muchísimos años y de las que hasta ahora no habíamos visto efectos. Es increíble esto: sembramos algo, parece que no pasó nada y una o dos décadas después aparece algo que no entendemos de dónde salió, pero que se puede pensar que salió en parte de eso que sembramos hace tiempo (más todos los otros nutrientes de la vida que seguramente contribuyeron).
Muchas veces queremos enseñar de manera demasiado directa, lineal, con tiempos que no son los que funcionan.
Recuerdo una vez que estábamos con unas familias amigas en Huerta Grande y muchos adultos querían “hacer actividades interesantes para los chicos”. Proponían juegos, espacios de lectura, espacios de arte. Nada parecía funcionar del todo. Nada despertaba interés en serio. Pero también estaba Esteban, en su mundo. No se preocupaba para nada de hacer actividades interesantes para los chicos. Él hacía lo que a él mismo le interesaba: practicar Taekwondo, dibujar y bordar.
Un día se puso a dibujar la casa en la que estábamos desde un lugar alejado en el parque. Una hora dibujando. Los chicos jugaban por ahí. Otra hora dibujando. Los chicos empezaban a mirarlo de reojo mientras jugaban. En un momento Juan, mi hijo de 7 años, se le acerca. Esteban ni lo mira, sigue dibujando. Juan le pregunta ¿Qué hacés?. “Dibujo”, le contesta Esteban todavía sin mirarlo. “Puedo venir a dibujar con vos”. “Sí, sentate al lado y empezá, en silencio”. Silencio. Los dos dibujando sin hablar. Media hora. Una hora. “Prestale atención a los detalles” le dice Esteban. Esa fue la única frase en una hora y media dibujando al lado. Ese día mi hijo aprendió a dibujar. Después de años de talleres de arte, de horas en el colegio, de actividades preparadas para chicos. Lo único que hacía falta era ver a alguien que quería dibujar de verdad, no hacerlo dibujar. Y hoy Juan es cinturón negro de Taekwondo.
Sembramos ante todo con el ejemplo. Educar es contagiar. Por eso muchas veces pensamos que la verdadera educación es la autoeducación que contagia. Y el diseño de esos caldos de cultivo donde hay personas que contagian cosas buenas. Eso es Baikal.
Una vez estábamos hablando con un grupo de padres sobre cómo hacer que nuestros hijos lean más. Salió una cosa: todos leíamos mucho, pero cuando estábamos con nuestros hijos, en vez de leer nosotros, les queríamos leer a ellos. O, peor, los queríamos hacer leer a ellos. Y no funcionaba. Estábamos todo el día leyendo y nuestros hijos no nos veían leer porque leíamos cuando se iban a dormir o cuando estaban en el colegio. Pensábamos que, para despertar ese amor por la lectura, se lo teníamos que meter.
Ese día Martin, que estaba en la tertulia baikalera, nos dijo “dejen de perseguir a sus hijos con los libros y pónganse a leer ustedes, como leen cuando ellos no están… y confíen”. A los dos días, nuestros hijos estaban al lado nuestro, pidiendo que les leamos o leyendo ellos mismos.
Gabi ahora me dijo que tiene un proyecto para sembrar cultura. Me encantó. Sembrar sin esperar. Sembrar sabiendo que a veces se cosecha rápido y que a veces uno siembra cosas que aparecen décadas más tarde. Sembrar y confiar.
Emiliano, 13 de agosto de 2023
Justo vengo pensando en la idea de “germinar ideas” que si brotan luego se podrán sembrar.
Sembrar. Regar. Esperar. Ver germinar y si germino, volver a Regar. Buen artículo
Hacer y compartir. Dejar que otros se sumen, imitando bajo la unción del bendito silencio.
Gracias Esteban, gracias Huerta Grande, gracias al laburo analógico.
«Apreciar el sonido para escuchar el silencio»