Buffett y yo
En 1994 empecé a invertir. Un poco por casualidad, un poco por interés y sin tener ninguna formación en el tema, con muy poquito dinero. Algo me llamó la atención de ese mundo medio misterioso y ajeno para un joven de 18 años, estudiante de abogacía y de una familia completamente alejada de los negocios.
Mi primer libro fue «Investing for Dummies». Lo devoré y empecé, con la voracidad y la soberbia de un adolescente principiante, a cometer todos los errores imaginables. Era un sesgo con patas. Llegué a invertir en una empresa porque me gustaba su sitio web (en esos años, una novedad).
Vino la crisis del tequila, la crisis asiática, la crisis rusa, la exuberancia irracional, la burbuja del Nasdaq, la explosión de la burbuja, el 11 de septiembre… a los golpes fui aprendiendo el oficio y mi vocación por los libros me fue llevando a entender cada vez más los conceptos y el lenguaje de lo que estaba haciendo. Pero sobre todo, me llevó a entender todo lo que no sabía.
Decidí que el tema me interesaba lo suficiente como para dedicarle tiempo en serio. Combinaba dos mundos que me encantaban: lo intelectual y el dinero. Se podía ganar dinero -mucho dinero- pensando, sin hacer filas en bancos, vender nada ni negociar con nadie. Simplemente entendiendo el mundo, la mente de los humanos y teniendo razón de vez en cuando.
Hice todas las materias relevantes de la carrera de economía. Después hice una maestría en finanzas y después algunos capítulos del CFA, un programa global para inversores. Ya estaba estudiando en serio y llevaba como 8 años invirtiendo, pero todavía sentía que no entendía de verdad. Me faltaba lo profundo. Ver la Matrix. Entender al monito que mueve la manija que mueve el mundo.
Hasta que lo encontré. Un viejito simpático, campechano, «midwesterner» hasta la médula que hablaba claro y no era pretencioso. No me enseñaba las ecuaciones diferenciales de la maestría, ni los modelos de valuación de opciones, ni ingeniería financiera. No fumaba habanos ni andaba en autos caros. Me enseñaba que había que invertir en cosas que uno entiende. En cosas que permanecen y no en novedades. En negocios reales, tangibles, que venden cosas de verdad y ganan dinero de verdad. Y me enamoré.
Decidí unilateral y repentinamente dar por terminados mis estudios formales en inversiones para dedicar el 100% de mi tiempo a entender lo que de verdad valía la pena: el modo de invertir de Warren Buffett.
Dediqué los siguientes dos años enteros a hacerlo. 12 horas por día, todos los días de la semana. Leí todo lo que Buffett escribió, analicé en detalle todo lo que hizo, buscando los diarios de la época para entender la información que él estaba viendo al momento de tomar cada decisión.
Hacía esto en público, en un bar, y los camareros, cuando me veían todos los días todo el día con un libro negro gordo de Benjamin Graham (el mentor de Buffett), me preguntaban si era la Biblia y si estaba estudiando para sacerdote. Más o menos, les contestaba.
Pasaron 20 años de esto y 20 años de aplicar todo lo que aprendí de Buffett. De inversiones y un poco más. Y de las personas que él sin querer me presentó, como el gran Charlie Munger.
Desde que empecé Baikal pensé que un día tenía que revivir todo ese universo y compartirlo con los miembros. Siempre lo postergué porque era demasiado grande. Pero finalmente lo voy a hacer.
En 2025, en la Escuela de Inversores, vamos a hablar de Buffett a fondo. Vamos a entender al monito que gira la manija que gira la rueda del capitalismo que mueve el mundo.
Lo vamos a hacer bien desde el inicio, bien simple, para todos. A lo Buffett. Y lo vamos a pasar genial, porque el tipo es un genio.
Los que me quieran acompañar en este viaje intelectual al pensamiento de Warren Buffett y a las entrañas del capitalismo, se pueden sumar a la Escuela de Inversores acá: https://institutobaikal.com/escueladeinversores2025/.
Y de paso tal vez ganen mucho dinero.
Emiliano