Descartes y lo mejor de los viajes sin viajar
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Por Christián Carman
A la altura de La Scala de Milán, de la Metropolitan Opera House de New York o de la Ópera Estatal de Viena, el Teatro Colón es el orgullo de todos los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Además de una acústica envidiable, la arquitectura es exquisita e imponente. Menos majestuoso, pero con un estilo más griego, a su izquierda lo escolta otro hermoso edificio que pertenece a la Escuela Primaria “Presidente Roca”. Por detrás de sus columnas jónicas y por encima de la entrada principal, se destaca una frase en latín, simple y contundente: “Liber liberat”. El libro libera. Significa que leer te hace más libre. Que quien tiene más cultura, es más libre. Pero también puede entenderse de otra manera, como que el libro libera… al autor del libro. Al leer, uno libera al autor del libro que vive encerrado en su escrito y entabla una conversación con él. Leer los libros es como frotar la lámpara: al hacerlo, sale el genio.
René Descartes, el gran filósofo francés del 1600, decía que se había dado cuenta de que leer buenos libros es como conversar con los mejores genios del pasado. Y que es todavía mejor que una mera conversación, porque en los libros los autores comparten lo más selecto de sus pensamientos. Claro, leer a Platón no es como charlar del clima con él, habla siempre de temas interesantes.
Muchas veces se ha dicho también que leer es como viajar. Descartes lo da vuelta. Dice que, en un momento, ya cansado de leer, se puso a viajar por el mundo porque viajar es como leer: ayuda a abrir los horizontes, a conocer otras ideas y otras culturas. Viajar es como leer si uno conversa con los lugareños. Sirve, sobre todo, para contrastar tus creencias, posturas y valores. Viendo que otro piensa distinto y dialogando con él, uno puede modificar su forma de pensar, enriquecerla, o también confirmarla. A Descartes se lo considera el padre de la filosofía moderna. Un pensador que, con su originalidad, cambió para siempre el rumbo de la filosofía. Y lo logró leyendo, viajando y conversando.
La clave, obviamente, está en dialogar con personas que realmente piensan distinto, y en tener la actitud de apertura de Descartes, de dialogar con el ánimo de aprender. Después de unos años de pandemia hemos aprendido que uno puede viajar sin salir de su casa. El desafío es encontrar pensamientos realmente distintos a los nuestros. Contra eso, tenemos un gran enemigo: el algoritmo de búsqueda que siempre nos sugiere lo que supone que nos va a gustar. O sea, lo que está de acuerdo con lo que pensamos. ¿Se te ocurre alguna manera de cruzar la frontera que nos impone el algoritmo?
Christián Carman
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