Duolingo es aristotélico
En su charla de TEDxRiodelaPlata (https://www.youtube.com/watch?v=tvgy-l9sQcs), Luis von Ahn nos cuenta que cuando era chico se le ocurrió que sería una gran idea crear gimnasios gratuitos, financiables a través de la venta de la energía eléctrica que generarían los aparatos utilizados por los clientes al realizar ejercicios. Luis finalmente no construyó un imperio de gimnasios, pero sí creó Duolingo. Y en el corazón de Duolingo descansa la misma idea: la plataforma para aprender idiomas es gratuita, pero se financia vendiendo las traducciones que los alumnos hacen mientras practican idiomas. Es una genialidad que sólo se puede entender en toda su profundidad de la mano de Aristóteles.
Aristóteles nos enseña que cada acción que realizamos tiene dos efectos, uno interior y uno exterior. Cuando giro los pedales en la bicicleta, la bicicleta avanza y ése es el efecto exterior, pero también fortalece mis músculos y ése es el efecto interior. Un repartidor de pizzas pedalea porque quiere llegar, realiza la acción por el efecto exterior, y desecha el efecto interior (no le preocupa si crecen o no sus músculos). Pero cuando una persona pedalea para hacer ejercicio, lo hace porque quiere tener más músculo (efecto interior) y desecha el efecto exterior. La astucia de von Ahn consiste en cartonear los efectos exteriores de los que hacen ejercicios y así financiar sus proyectos. Aristóteles, en cambio, nos recuerda que un capítulo importantísimo de la formación personal se escribe acumulando los efectos interiores de las acciones que realizamos buscando efectos exteriores.
Así como existe un estado físico, existe un estado espiritual, que es como el estado físico del alma. El estado físico de un atleta, dice Aristóteles, determina su cuerpo para realizar ciertas acciones con facilidad, prontitud, gozo y sin error. Si es un velocista, su cuerpo está preparado para correr. Su estado físico le permite correr mejor, más rápido y con menos esfuerzo. Ese estado físico se adquiere mediante la repetición de actos. Cada vez que corre, además de avanzar metros (efecto exterior), va determinando su cuerpo a correr mejor (efecto interior).
Con el alma pasa lo mismo, cada acto que realizamos va determinando un estado espiritual. Que no es visible como el estado físico, pero no es menos real en sus efectos. Como el estado físico, nos permite realizar acciones con mayor facilidad, perfección y gozo. Cada vez que encaramos un texto difícil y no lo abandonamos, sino que luchamos hasta entenderlo, estamos generando músculos intelectuales. Cada vez que lo abandonamos, fomentamos nuestro sedentarismo intelectual. Cada vez que nos vencemos a nosotros mismos, por ejemplo, con un acto de generosidad o delicadeza o paciencia, hacemos crecer nuestros músculos morales; cada vez que no, decrece la masa muscular. Estos músculos (morales e intelectuales) son llamados virtudes (morales o intelectuales) por Aristóteles. Una persona virtuosa es una persona con un buen estado espiritual. Ser virtuoso, entonces, es la mejor inversión en la formación personal.
Cuando junte unos pesitos, voy a invertir en Duolingo. Mientras tanto, trataré de seguir el modelo de negocios que me propone Aristóteles: cartonear los efectos interiores de todos mis actos para tallar mi musculatura espiritual.