El documento político más importante del siglo
Al diablo con cisnes negros y estrategia militar. Nuestros problemas más graves no son causados por la impredecible interacción de elementos caóticos, ni por los planes malvados de gente malintencionada. Calentamiento global, la desaparición de los suelos fértiles, crisis financieras recurrentes, y riesgos de salud pública a nivel mundial no son series de eventos desafortunados ni el resultado de ataques terroristas, son las deprimentemente persistentes consecuencias de sistemas en los que las mejores elecciones para cada actor se suman unas a otras en un desastre global.
Los economistas lo conocen, entre otros modelos, como la tragedia de los comunes: el daño marginal para usted de agregar otro millón de toneladas de gases de invernadero a la atmósfera es mínimo comparado con las ventajas económicas de toda esa energía, así que todo el mundo lo hace, por lo que suficientes gases son generados como para volverse un problema para todos, pero nadie se detiene, o siquiera baja la velocidad de manera significativa, porque como acción aislada lograría muy poco, y dañaría mucho a quien lo haga. Así que hay tratados y conferencias y mejores estándares de eficiencia para vehículos, apenas lo suficiente como para que sea políticamente ventajoso, pero muy lejos de lograr un impacto significativo en el problema. De hecho, hemos invertido mucho más en hacer a los combustibles fósiles más baratos que en limitar su uso, lo que da una imagen más acertada de adonde van las cosas.
Una primera observación: Note que el modelo A2, el que muestra temperaturas creciendo un promedio de más de 3º, es el modelo “las cosas continúan más o menos de la manera usual,” no el modelo “las cosas salen radicalmente mal”… y no es el modelo “las inversiones masivas en fuentes no convencionales de hidrocarburos bajan el precio de manera drástica.” Hoy por hoy, bien podríamos llamarlo el modelo “irracionalmente optimista.”
Una segunda observación: Solo para ser claros, porque los promedios globales pueden ser engañosos: 3º más de temperatura promedio global no se traduce a “veranos ligeramente más calientes”, se traduce a “técnicamente, no estamos seguros de poder alimentar a China, India, etc.” Algo más cercano a los 6º, que está empezando a parecer más probable a medida que seguimos haciendo las cosas que hacemos, se traduce a “vamos a extrañar los viejos tiempos en los que había gente viviendo cerca de los trópicos.”
Y una tercera observación: Todos estos reportes usualmente terminan en el año 2100, aunque la gente que nace hoy tiene probabilidades de estar viva entonces (salvo que vivan en ciudades costeras en latitudes bajas), para no mencionar los nietos de las parejas jóvenes con hijos. Esto no es porque se vuelva imposible predecir lo que sucederá después del 2100 — los intervalos de confianza se hacen más anchos, por supuesto, pero esto es todavía termodinámica, no teoría del caos, y la tendencia general ciertamente no se vuelve misteriosa. Es simplemente que, como los Griegos describieron, hay un miedo que impulsa al movimiento, y un miedo que paraliza, y cualquier escenario razonable para el siglo 22 es más probable que pertenezca a este segundo tipo.
Pero retrocedamos un paso y notemos la manera en que este gráfico, que es el sumario de múltiples simulaciones por computadora, guiadas por meticulosa investigación y recabado de datos, es un mapa de nuestras opciones y sus consecuencias que ningún discurso político puede esperar igualar. Compararlo con textos religiosos sería erróneo en todo sentido epistemológico, pero podría ser apropiado en todo sentido político. Cuando los “escépticos del calentamiento global” dudan, dudan de este gráfico, y cuando los ecologistas se preocupan, se preocupan por este gráfico. Ni la preocupación ni el escepticismo están haciendo mucho para cambiar los resultados, pero al menos la discusión no está centrada en un individuo, la posesión de un territorio, o un principio metafísico, sino en el espacio de trayectorias de un sistema dinámico del que somos un componente.
No es que los gráficos o las simulaciones por computadora sean más convincentes que los eslóganes políticos; es sólo que hemos alcanzado un nivel de desarrollo tecnológico y un tamaño de huella ecológica tal que nuestras propias acciones y objetivos (el campo de la política) escapa a las posibilidades descriptivas de la narrativa pura, y nos vemos forzados a reclutar simulaciones por computadora para intentar lidiar, conceptualmente al menos, con nuestras acciones y sus consecuencias.
No está claro que vayamos a encontrar algún camino a un futuro que evite la catástrofe y el horror. Hay formas posibles, por supuesto — abandonar completamente los combustibles fósiles, geoingeniería, programas globales de manejo y recuperación de agua y suelo, etc. Es todo técnicamente posible, con enormes inversiones, un sentido mundial de urgencia, y un foco obsesivo en preservar y hacer más resistentes los servicios ecológicos más necesarios. Que no estemos viendo nada de esto, sino un empeoramiento de tendencias ya de antemano malas, se debe, en efecto, a la combinación siempre presente de termodinámica y a la teoría de juegos.
Es un principio tradicional de la retórica el terminar un argumento de la forma más fuerte, emocionalmente potente, y conceptualmente completa que sea posible. Así que: