El filósofo que dejó callado a Sócrates reloaded
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Por Christián Carman
La semana pasada te dejé con la pregunta: ¿qué es el ser? No quería adelantarte la respuesta de Parménides. Pero ahora que le dedicaste una semana al tema, acá está. Parménides dice, como vimos, que lo que tienen en común un perro, un gato, una iguana, un roble, una piedra y tu recuerdo de lo que almorzaste hace ocho días es que todas son. Todos, de alguna manera, son. Pero entonces, también, todos son de alguna manera. O sea, de una manera y no de otra. O sea, son limitados. El perro es, pero no es el gato. El gato tiene cosas que al perro le faltan. Es un ser, sí, pero limitado. Pero ¿puede limitarse el ser? (Acá Parménides se resbala por una barranca). Se pregunta: ¿qué puede limitar al ser?
Obviamente no lo puede limitar el ser. Porque el ser es. Lo que sea que lo limite, tiene que ser un no-ser. De la misma manera que lo que limita el agua de un río, sea lo que sea, no puede ser más agua. Será piedra, tierra, lo que sea, pero no-agua. Así, lo único que puede limitar al ser es el no-ser. ¡Pero el no-ser no es! ¡Ni siquiera podemos pensarlo! Le pusimos un nombre: “nada”, pero, realmente, cuando pensamos en “nada”, en algo estamos pensando. No se puede pensar el no-ser. Así. Si el ser no es limitado por el ser ni por el no ser, no tiene límite. Es ilimitado. Si es ilimitado (Parménides acelera en su caída), es también infinito. Si es infinito, es eterno. Y es uno solo, porque no tiene límite que lo separe de otro.
Tampoco puede cambiar (está a punto de darse un porrazo antológico –o mejor, ontológico–): cambiar es pasar de un ser a un no ser o al revés, pero los dos pasos están prohibidos porque el ser es y el no ser no es. Cambiar de color, por ejemplo, teñirse de rubio, es pasar de no ser rubio a ser rubio. Siempre es un paso del no ser al ser. Y eso es imposible. No hay cambio. El ser es inmutable. Es ilimitado, infinito, eterno, uno, inmutable, es Dios. Pero todo es. Por lo que todo es Dios: cayó en un panteísmo. (Se dio la cara contra el piso).
Christián Carman