El filósofo que era confundido con un reloj
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Por Christián Carman
Platón cuenta en un diálogo que no le resultó fácil a Fedro, un discípulo de Sócrates, convencer a su maestro de que traspasara las murallas de Atenas para salir a caminar por los bosques de las afueras. Sócrates le dice que nunca sale de la ciudad, porque le gusta conversar para aprender y hay más personas para charlar dentro de las ciudades. En la Apología dice con orgullo que solamente dejó la ciudad para combatir por ella en varias batallas. Le gustaba Atenas. No sentía ninguna necesidad de salir.
Hay otro filósofo del que se dice que jamás dejó su ciudad: Immanuel Kant. Nació en abril de 1724 en Köninsberg, la capital de la Prusia Oriental hasta que fue tomada por los soviéticos, en la Segunda Guerra, y la rebautizaron Kaliningrado. Nunca salió. Kant fue un pensador tremendamente influyente. Logró cambiar nuestra forma de ver el mundo sin salir de su pequeña ciudad. Algo especialmente meritorio cuando las redes sociales eran las clases en la universidad, los libros y las cartas. Fue extraordinariamente metódico y rutinario. Cuentan que todas las tardes, sin excepción, salía a dar un paseo para despejar su mente. Era tan, pero tan estructurado, que abría la puerta para salir exactamente a la misma hora todos los días. Tanto, que los ciudadanos de Köninsberg ajustaban la hora de su reloj en función del paseo de Kant.
Si según la hora de mi reloj, Kant había salido dos minutos tarde, no era Kant sino mi reloj el que se había atrasado dos minutos. Tal era la confianza que le tenían. No tenía él que ajustarse a los relojes, sino los relojes a él. Algo parecido propone Kant para el conocimiento. Hasta ese entonces, el conocimiento trató de ajustarse a la realidad, pero de lo que se trata es de que la realidad se ajuste a nuestro pensamiento. No podemos conocer la realidad, lo único que conocemos es nuestro conocimiento de la realidad. ¿nuestro conocimiento de la realidad? Bueno, si sólo conocemos nuestro conocimiento, ¿cómo sabemos que la realidad es como la conocemos? Sólo tenemos acceso a nuestro conocimiento. Para Kant, no hay forma de conocer las cosas en sí, fuera de nuestra mente. Sólo conocemos las cosas en nosotros.
De alguna manera nuestro pensamiento queda encerrado en nosotros. El conocimiento, como Kant, nunca salió de Köninsberg. Puede ser. O tal vez a Kant le faltó un Fedro que lo saque a pasear más allá de las murallas. O Kant tiene razón, y es al conocimiento al que le falta un Fedro.
Christián Carman
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