Feyerabend y la creatividad de los científicos
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Por Christián Carman
René Descartes estaba preocupado por el contraste. Veía como la ciencia avanzaba a pasos agigantados y en filosofía, sin embargo, no había ningún progreso. De hecho, seguían leyendo los mismos autores desde hacía siglos. Él mismo había hecho grandísimas contribuciones en matemática (el copyright de los famosos ejes cartesianos es suyo, Cartesius era la latinización de Descartes). ¿Cómo hacer avanzar a la filosofía como lo estaba haciendo la ciencia? Se preguntó. Y se contestó: “muy sencillo: aplicando en filosofía el mismo método que aplicamos en la ciencia”: Así, en 1637 publica su Discurso del Método donde propone una serie de reglas muy sencillas, de aplicación casi algorítmica, que garantiza alcanzar la verdad con certeza. Creía haber encontrado el secreto del éxito del método que seguían los científicos.
Pero unos 350 años después, Paul Feyerabend escribe otro libro, titulado Contra el Método, que es prácticamente la sentencia de muerte de la ilusión cartesiana. En él muestra con lujo de detalle que los científicos, de hecho, no siguen ningún método. Es más, que muchas veces la ciencia progresa cuando un científico se anima a romper con las reglas más básicas. A veces, la lógica y la experiencia encorsetan a la ciencia. Por eso propone un anarquismo metodológico. Que no haya reglas que sigan los científicos. En realidad –dice– hay una sola regla: “vale todo”. En ciencia hay mucho más de creatividad e inspiración que de lógica y experimentación. Las teorías científicas se parecen más a obras de arte que a conjuntos de enunciados lógicamente ordenados.
Una vez leí que el hijo de un científico decía de su padre que “tenía un carácter más de artista que de científico”, que para su padre, “el elogio más alto para una buena teoría científica no era que fuera correcta o exacta, sino que fuera bella.” Quien lo dijo se llamaba Hans Einstein, hijo de Albert. Tal vez Feyerabend exagere un poco. Pero solo un poco.
Christián Carman
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