Mejor no preguntar
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Por Christián Carman
¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo? Para muchos, era una pregunta difícil en los primeros siglos del cristianismo. Mas que difícil, molesto. Irreverente. Si Dios es eterno y el mundo, no, ¿Qué hizo Dios antes de crear? ¿acaso perdía el tiempo? Una respuesta se había popularizado: “¿Qué hacía Dios? ¡preparaba el infierno para los que hacen esa pregunta!” O mar: mejor no preguntar. Contra esto reaccionó muy enojado San Agustín: “Quien contesta así quiere intimidar a quien hace una pregunta muy interesante para disimular su ignorancia”. Agustín intenta contestarla. Dice que Dios no hacía nada porque no había tiempo antes de la creación. Porque sólo hay tiempo cuando hay movimiento. Y el movimiento aparece con la creación. Si no había tiempo, no tiene sentido preguntarse qué hacía “antes”, porque no son aplicables las categorías temporales. Dios no está metido en el tiempo. En todo caso, forzando un poco las palabras, para Agustín Dios vive un eterno presente. Nosotros sí estamos metidos en el tiempo. O mejor, el tiempo está metido en nosotros. Según Agustín, el tiempo existe en el alma. El tiempo es pasado, presente y futuro. El pasado ya no existe y el futuro todavía no. Y al presente siempre podemos dividirlo en pasado y futuro, hasta quedarnos con un instante. El instante presente es lo único que existe. El pasado solo existe en nuestra alma, como recuerdo. Ahora, cuando existe como recuerdo, existe en el presente. Porque existe cuando lo grabamos en el presente. El futuro sólo existe en nuestra alma, como anhelo. Pero cuando lo anhelamos, existe en el presente. Porque existe cuando lo proyectamos en el presente. No se puede vivir en el pasado o en el futuro. Irremediablemente vivimos en el instante presente. Pero podemos malgastar el presente viviendo de recuerdos o huyendo al futuro. Agustín nos invita a vivir cada instante conectado con el presente, que es lo que realmente existe. Aprender del pasado y proyectar al futuro, pero vivir el presente.
Christián Carman