Tu amigo, tu backup
Por Christián Carman
Desde Claudio Ptolomeo –el gran astrónomo antiguo que no podía dormir tratando de entender el movimiento de Marte– hasta Elon Musk y sus viajes comerciales al espacio, siempre el hombre se ha visto fascinado por conocer el espacio exterior. Hay quienes sostienen que, de hecho, se ha avanzado mucho más en el conocimiento del espacio exterior que en el del interior de nuestro planeta. Conocemos galaxias a millones de millones de kilómetros de la Tierra, pero festejamos como una proeza que algunos submarinos no tripulados lleguen a los 10 kilómetros de profundidad. Conocemos infinitamente mejor lo que hay afuera, que lo que hay adentro. No es falta de interés, es que es mucho más difícil conocer el interior. Con los seres humanos sucede lo mismo. Es mucho más fácil conocer lo que nos rodea que a nosotros mismos. Somos un misterio para nosotros mismos. Tanto que a veces nos asombran nuestras propias reacciones o decisiones. Por eso el oráculo de Delfos insistía “Conócete a ti mismo”, o sea, no vueles alto, buceá profundo.
Aristóteles dice que no solo es importante, sino que también es muy agradable conocerse a sí mismo. Pero, claro, no es tarea fácil, porque somos un poco, al mismo tiempo, juez y parte. Muchas veces tu visión de vos mismo está distorsionada por tus propios intereses, o tus emociones del momento. Ves más lo que te gustaría ser que lo que realmente sos.
Aristóteles propone una técnica genial para conocerte a vos mismo. Dice que “de la misma manera que nosotros, cuando queremos ver nuestro rostro, lo vemos mirándolo en un espejo, así también tenemos que mirar al amigo si queremos conocernos a nosotros mismos.” No lo dice así, pero para Aristóteles, un amigo es como un backup de lo mejor que tenés, de lo mejor que sos. O como una caja de seguridad en la que guardas lo más valioso de vos mismo: tus valores más preciados, tus propios recuerdos, tus criterios, tus principios, tu experiencia, todo tu yo está a salvo de tus vaivenes emocionales, custodiado en el interior de tu amigo. Un amigo guarda tu propio yo para protegerlo de vos mismo. Es una copia perfecta de vos, a la que hay que recurrir, cuando ya nuestro sistema operativo empieza a fallar. Cuando hay que restaurar ciertos archivos, en él encontraremos siempre una copia fiel. Por eso, para decidir, nada mejor que consultar a un amigo. Es la forma más honesta de tener una conversación objetiva con vos mismo. Porque un amigo, insiste Aristóteles, es otro yo.
Christián Carman
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