Una impresora de ADN
Santiago Tissembaum Augé nos cuenta acerca de “Las tecnologías que nos van a cambiar la vida”, con Santiago Bilinkis.
La evolución se acabó. Ese magnífico proceso de selección natural que nos trajo hasta acá está cada vez más cerca de quedar obsoleto por los avances de la biotecnología. En la última clase del curso “Las tecnologías que nos van a cambiar la vida”, Santiago Bilinkis nos muestra cómo la biología está siendo utilizada no solamente para analizar la vida, sino también para modificarla.
Antes de entrar en mundos utópicos donde se pueden programar las características de nuestros hijos, Santiago nos ayuda a entender cómo llegamos a tener esas posibilidades. En primer lugar, para que exista la vida, debe haber un componente que sea capaz de hacer copias de sí misma. Esa sustancia, que además contiene la receta para operar los organismos, es el ADN. Pero no se trata de algo invariante, sino que sufre constantes modificaciones. Estos cambios, sumados a un continuo prueba y error genera lo que conocemos por evolución.
Uno de los libros citados en la clase fue The Selfish Gene (El Gen Egoísta), de Richard Dawkins. El autor plantea la hipótesis de que la unidad de evolución no es el individuo, sino el gen. No somos nosotros quienes usamos a los genes para reproducirnos, sino al revés. Nosotros somos la vía. Desde este punto de vista se explica, entre (muchas) otras cosas, por qué damos tanta importancia a la familia. Es el hecho de que transportan nuestros genes. Queremos más a nuestro padre que a nuestro tío porque tiene el doble de nuestra carga genética. Pero, aclara Santiago, los genes no tienen la última palabra. Actúan más bien como un padre o una madre enseñando lo que se considera mejor, pero la decisión final seguirá siendo del hijo.
De esa manera, debemos pensar el ADN como un lenguaje de programación. Si bien todavía no sabemos utilizarlo a la perfección, cada vez nos acercamos más. El primer paso es aprender a leer ese lenguaje: decodificar el genoma. Empezamos en los años setenta con algunas partes del ADN, y en 1995 logramos decodificar el primer genoma completo de una bacteria. El del humano llegó en 2001 de la mano de Craig Venter y el Proyecto Genoma Humano. Y así, estamos acumulando decodificaciones de distintas especies, generando bancos de ADN que funcionan como un backup de la vida. En el futuro, sería posible traer de vuelta a especies ya extintas.
El siguiente paso es la lectura, tener la capacidad de modificar ese código. Esto explotó hace siete años con el descubrimiento de CRISPR-Cas9, se trata de una herramienta que nos permite reemplazar, activar o apagar distintas partes de la estructura genómica. No sólo es extremadamente útil, sino que también es barato y relativamente fácil de usar. La idea es igual a la de copiar y pegar partes de un texto. Con esta innovación, podríamos tratar enfermedades que tengan origen genético, como la fibrosis quística o ciertos tipos de cáncer.
Ciertamente, las mayores posibilidades de estos avances biológicos surgen cuando se los conjuga con otras tecnologías. Santiago nos mostró algunas de ellas. En la actualidad, compañías como CODEX DNA ofrecen impresoras de ADN. Es decir, si tenés el código genómico para desarrollar cierta proteína, lo cargas en la impresora y esta la fabrica. Ahora, ¿qué ocurre si sabes qué proteína querés generar, pero no tenés el código? Bueno, podés acudir a organizaciones como New England Biolabs, que ofrecen los genes ya programados.
Otra tendencia importante son las herramientas que permiten un acceso universal a estos avances para la libre manipulación. Se lo conoce como Do It Yourself Bio (hazlo tú mismo). Un ejemplo de esto es el proyecto del MIT, que ofrece registros genómicos de código abierto. Adaptando la moraleja de la película Ratatouille, no cualquiera puede convertirse en un gran biohacker, pero un gran biohacker puede provenir de cualquier lado.
Entonces…¿qué nos espera? Santiago marca que «estamos en un punto muy extraño de nuestra historia como especie. El proceso que nos trajo hasta acá, que construyó este mundo increíble de biodiversidad… se acabó«. Somos la primera especie que, en vez de adaptarse al ambiente, hará que este se adapte a él. Nos haremos cargo de nuestra propia evolución. Lo más interesante, es que no se trata de pasar de lo que somos ahora a otra cosa, sino pasar a ser algo que cambia todo el tiempo.
Si hackeamos la vida de esta manera, continuamente tendríamos mejoras del modelo. Podríamos así, estirar la decisión de tener un hijo para dotarlo con una versión más actualizada de la especie. Que aterrador suena… Santiago, consciente de eso, nos invita a pensar que los cambios no son positivos o negativos, sino que se trata de las dos caras de una misma moneda. «Hay que navegar con cuidado por este doble filo de lo bueno y de lo malo» concluyó.
Santiago Tissembaum Augé.